Si algo pintoresco puede pasar en el mundo, ese algo ocurrirá en Dublín. El día 31 de diciembre me acerqué a celebrar el fin de año frente a la Catedral de Christchurch. Como cada año la gente se agolpa en torno a esta monumento religioso a escuchar las campanadas. Pocos irlandenses para ser sinceros, y el resto residentes extranjeros o turistas de las más diversas nacionalidades. Desde mi experiencia, la celebración del Año Nuevo en Dublín siempre ha sido más bien modesta. Poco bulliciosa si lo comparamos con la Puerta del Sol de Madrid. Pero este año un pequeño grupo animó el cotarro con un simple canto.
Un silencio sepulcral fluía en el ambiente en el Año Nuevo en los alrededores de la catedral. Sólo de forma modesta, algunos mexicanos canturreaban el «canta y no llores» de Jorge Negrete, y algunos italianos soltaban algún cántico que no pude entender. En general el ambiente era bastante soso, de escaso colorido y poca acción. Creo que deberían poner más luces, lanzar algún fuego artificial y tal vez instalar un karaoke para que la gente cante toda al unísono a pesar de las diferentes nacionalidades. El Ayuntamiento de Dublín debe ser consciente de la sosería de año nuevo, porque en esta ocasión había programado una serie de actividades de día y de noche, que incluían una fiesta en la Guinness Store House, a precio prohibitivo de 70 euros, no obstante.
Entre los presentes, se podían reconocer a la legua a los españoles que llegaban equipados con sus bolsas de uvas para celebrarlo al modo español. Sin aviso alguno, sin cuartos ni nada, de repente empezó la cuenta atrás de las campanadas, que pillo al público desprevenido. El 2011 se presentó inesperado con un ligerísimo bullicio, tan sólo los correspondientes besos y abrazos que marcan típicamente el inicio de la año. Y de repente aparecieron los Hare Khrisna y la fiesta se montó.
Con un par de tambores y un estandarte verde que incluía los versos de los cánticos, el grupo de los hare-khrisna empezaó a entonar su simple cántico. La multitud los empezó a seguirlos como si ratones del flautista de Hamelín se tratara, ante los estupefacientes ojos de la Garda que no habían siquiera cortado el tráfico. Los presentes empezaron a cantar el hare-khrisna y a felicitar el año a los transeutes con un «hare new year» en lugar del «happy new year» tradicional. Los hare marcharon cuesta abajo hacia Dame Street seguidos por la multitud y acabaron en la plaza de Temple Bar entonando sus cánticos. Este pequeño grupo de hares se merecen el crédito de la celebración de este año en Dublín, sin duda.
tera
qué grandes los hare khrisna… me gusta ir a Dublín en sábado para poder verles!